25 sept 2007

Trastornos psicológicos en la universidad

La nueva vida en la educación superior obliga a los alumnos a mostrar una alta adaptación y capacidad de flexibilidad a ambientes, personas y exigencias. Ante esto, las psicólogas Virginia Seyler y Tirsa Rosales intentan explicar dichas alteraciones, ahondando los motivos de sus surgimientos.

Las distintas psicopatologías no escatiman en afectar a jóvenes universitarios durante todo el período estudiantil, sin embargo, aparecen con mayor intensidad durante el comienzo y/o el final de sus carreras.
Por Eric Ulloa M.El paso del colegio hacia la universidad conlleva un sinfín de nuevas etapas, pues cambia toda la estructura interna y externa de los alumnos. ¿Por qué? Deben adquirir mayores compromisos; regirse bajo otro ritmo de estudio; desempeñar labores tanto o más decidoras que las realizadas en años anteriores, etcétera, razones por las cuales muchos no logran sobrellevar tal carga, siendo víctimas -por variados motivos-, de distintas patologías psicológicas que, de una u otra manera, les “pasan la cuenta”. El hablar de trastornos psicológicos -según el portal Psicología Online- es referirse a “comportamientos considerados anormales y que han sido estudiados y clasificados por los profesionales de la Psicopatología”. Ante esto, la realidad de los estudiantes chilenos no está ajena a sufrir de tales alteraciones.Para la psicóloga Virginia Seyler, jefa del Departamento de Orientación del Preuniversitario Pedro de Valdivia y académica de la Facultad de Economía y Negocios de la Universidad de Chile, “las principales perturbaciones asociadas a la actividad universitaria son angustia, ansiedad y depresión”, originadas por múltiples causas, ya que -según la especialista-, son procesos multifactoriales. “Acá confluyen algunos elementos estructurales (el estilo personal de cada uno), las propias experiencias y el entorno del cual provienen. A esto hay que sumar el nivel de demanda y exigencia de su carrera; la capacidad personal para enfrentar las presiones académicas; las dificultades concretas con ramos específicos; como también, la adaptación del joven a la vida universitaria, tanto en términos de estudio como de vida social”, asegura. La psicóloga clínica Tirsa Rosales, especialista del Departamento de Asuntos Estudiantiles de la Universidad Andrés Bello, comparte dicho criterio, pero agrega y profundiza otras, tanto o más trascendentales a lo largo de las carreras del alumnado. Para ella, los estudiantes presentan “estrés ante las demandas académicas, porque sienten gran ansiedad frente a situaciones nuevas que no pueden controlar; obsesiones; compulsiones; déficit en sus habilidades sociales; elemento recurrente en problemas como las fobias, problemas sexuales, de pareja, depresiones y en casos de alcoholismo y drogadicción”, indica. Y agrega que “también llegan por depresión, con síntomas de irritabilidad; tristeza persistente; pensamientos acerca de la muerte o suicidio; desconcentración; aburrimiento; trastornos alimenticios y/o de sueño; hipersensibilidad a la crítica a la valoración negativa por parte de los demás y al rechazo, lo que les causa una baja autoestima y sentimientos de inferioridad. Estos últimos muestran signos de ansiedad (manos frías, temblores, rubor, voz vacilante) y suelen obtener malos resultados en la carrera debido al miedo en los exámenes (evaluaciones indirectas), evitan participar y acostumbran a tener un escaso apoyo social”. A todo nivel estudiantil Las perturbaciones anteriormente mencionadas si bien pueden acentuarse en uno u otro momento, transcurren durante todo el período académico. Para Virginia Seyler “se podría decir que atraviesa todo el proceso universitario. Sin embargo, es relevante en los dos primeros años, que son de adaptación y acomodo al sistema académico y social, como también, de corroboración de la decisión vocacional. Esto, debido a que el “paso” (del colegio a la universidad) exige una alta capacidad de flexibilidad a ambientes, personas y exigencias nuevas. Cuando ocurre, probablemente se vea afectado por una forma de ser y de enfrentar cambios y conflictos, que ayuda a gatillar un problema mayor”. Tirsa Rosales coincide con tal juicio, pues cree que la aparición de este tipo de alteraciones “ocurre en los primeros años, cuando los estudiantes tienen que enfrentar las relaciones afectivas y confrontarse con sus capacidades; el cambio es fuerte, sobre todo, porque está relacionado con las expectativas que han hecho de sus capacidades, logros y futuro”. Pese a ello, ambas especialistas consideran que también en los últimos años de estudio, estos pesares se incrementan, principalmente, por el significado de “tener que enfrentar -agrega Rosales- el mundo laboral y exigencias que el sistema demanda”. “Suele existir una crisis realmente importante hacia el final de la carrera, cuando la persona entra en un período que implica dejar de ser alumno y la necesidad de enfrentarse a la realidad profesional y laboral. Este proceso genera ansiedad y, cuando la persona no se encuentra en condiciones de enfrentarlo con sus propios recursos, podría llegar a gatillar alguna alteración mayor, que debe ser tratada por los profesionales indicados”, fundamenta Seyler. Factor vocacional e incidencia de los trastornos Caso aparte resulta el tema de la vocación. No porque se registren mayores números de estudiantes que sufran crisis de indecisión sobre sus aptitudes, sino por la influencia que tiene en cada uno de los casos de quienes la han sufrido, erigiéndose como una de las mayores causantes de deserción estudiantil. Sin dejar de lado que los demás trastornos psicológicos, de manera similar, afectan el rendimiento de los estudiantes a lo largo de su estadía en la educación superior.Para la jefa del Departamento de Orientación del Preuniversitario Pedro de Valdivia, “sin lugar a dudas influyen todas las patologías, ya que, por ejemplo, cuando hablamos de angustia o de depresión, nos referimos a estados altamente contaminantes e interferentes con todas las otras áreas de desarrollo de una persona. Es imposible pensar en alguien deprimido, que no afecte con esto su capacidad de estudio, de concentración y la energía psíquica que tiene para dedicarle al área académica”. No obstante, para la especialista, las crisis vocacionales son trascendentes, pues “el nivel de deserción en las carreras no es menor, y mayoritariamente se debe a que -en la experiencia concreta- el joven se da cuenta que no es lo suyo, lo que de por sí, genera niveles de ansiedad importantes e, incluso, detonan en una dificultad mayor”. Pero, ¿a qué se debe? “Hoy en día los jóvenes pueden elegir lo que ellos desean estudiar. Tienen más posibilidades, pero a la vez, se enfrentan a desafíos que no pueden cumplir, lo cual les genera frustración. Por este motivo, muchos desertan, otros se cambian de carreras o de universidades debido a que no asumen que el problema no es de ellos, sino creen que es del lugar donde estudian”, concluye.

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